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Saber definir el término “fraternidad” es importante; pero practicarla es un acto noble del corazón. Muchos países en el mundo incluyen la fraternidad en su lema nacional. Por ejemplo, Francia, cuyo lema es “Libertad – Igualdad – Fraternidad”. Esta idea expresa el deber de todo ser humano de amar y proteger a los vulnerables. Es una responsabilidad de todos para con todos.

La resolución 75/200 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, con fecha del 21 de diciembre de 2020, declara el 4 de febrero como el Día Internacional de la Fraternidad Humana. Esta celebración inició en el año 2021. En el documento de la ONU se invita a todos los Estados miembros y a instituciones no gubernamentales a promover el desarrollo de una cultura de paz y fraternidad. Una intención secundaria de la resolución contempla promover los valores implicados como la tolerancia, la igualdad, el respeto, la inclusión, la compasión, la dignidad y la solidaridad con personas pobres y marginadas en nuestra sociedad. La fraternidad es un componente requerido y necesario para la convivencia pacífica de las comunidades y naciones.

El lector estará de acuerdo que nuestra práctica de la fraternidad humana no debe ser el resultado de una resolución emitida por una organización mundial, sino que debe brotar del corazón en forma natural como resultado de una experiencia personal con Jesús. La práctica de la fraternidad humana es la virtud y responsabilidad de cada persona que comparte tiempo y espacio con sus semejantes en el mundo. Todos somos responsables de respetar y cultivar la defensa de los derechos inalienables de todas las personas en nuestras comunidades.

La ontología, como una disciplina de la Filosofía, señala que el hombre es hermano. Por otro lado, las aplicaciones y los usos de la fraternidad han tomado diferentes tintes en nuestro tiempo; el concepto de fraternidad ha sido utilizado como bastión para el idealismo político o como punto de apoyo para organizaciones de derechos civiles, el movimiento obrero, los sindicatos y, con mucha facilidad, se ha politizado. Pero es nuestro deber y privilegio retener el ideal de Dios al enseñarnos acerca del uso y la práctica de la fraternidad desde la perspectiva divina.

La Biblia y la fraternidad humana

El mandato y la práctica de la fraternidad se identifican claramente en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Basta una mirada a la práctica ministerial de Jesús y su trato con los pobres, los marginados y los indefensos para saber cuál es nuestro deber para aliviar los efectos físicos y emocionales en las personas menos afortunadas que nosotros. En esencia, esa es la forma ideal de demostrar que somos verdaderos seguidores del compasivo Maestro. Así lo expresó Jesús: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (S. Juan 13:35). El amor fraternal es central en la práctica del cristianismo.

En la Biblia encontramos un principio fundamental, y la razón para cultivar y practicar la fraternidad. Se nos ha dicho: “Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra” (Hechos 17:26). Este es el mejor argumento para definir la igualdad de todas las personas y promover un trato igualitario. El profeta Malaquías lo expresa en forma de pregunta retórica: “¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué, pues, nos portamos deslealmente el uno contra el otro. . .?” (Malaquías 2:10). Todos llevamos el sello de un origen común como resultado de una mente inteligente que nos creó con propósito.

En el Nuevo Testamento, los cristianos con mucha frecuencia usaban apropiadamente el apelativo “hermanos” dentro de la comunidad espiritual; pero la fraternidad trasciende los límites de la iglesia. En la Biblia se utiliza el término ἀδελφός, adelfos, para denotar tanto la relación entre hermanos carnales como de hermanos espirituales. La fraternidad desconoce límites religiosos y sanguíneos e incluye a todo ser humano en virtud de la realidad que todos encontramos nuestro origen en la misma fuente, que es Dios.

Pequeñas acciones que producen grandes resultados

Este es el momento de movernos de la información a la acción. No somos activistas sociales, pero sí tenemos un mandato bíblico para la práctica de la fraternidad. Considera las siguientes pequeñas acciones que pueden tener grandes resultados:

  1. Inicia con acciones en tu pequeño círculo de relación e influencia. Inculca en los miembros de tu familia valores como la tolerancia, la comprensión, el respeto, la compasión y la solidaridad para con las personas marginadas y necesitadas.
  2. Regala sonrisas en tu comunidad.
  3. Toma una actitud activa y no pasiva frente a la injusticia y la discriminación.
  4. Genera un clima de colaboración comunitaria.
  5. Forma un grupo de apoyo en favor de las personas en crisis.
  6. Participa en algún ministerio dentro de tu comunidad de fe que se dedique a promover la fraternidad.
  7. Comparte el amor de Dios en tu comunidad. Cuéntales que Dios ha demostrado ser solidario con nosotros, los seres humanos, al dar a su Hijo en sacrificio para nuestra salvación (S. Juan 3:16).

El autor es doctor en Teología, colaborador frecuente de nuestra revista, y escribe desde San Diego, California.

Fraternidad humana

por Yohalmo Saravia
  
Tomado de El Centinela®
de Noviembre 2023