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¿Qué harías sí te quedara muy poco tiempo de vida? Para Juan Rodríguez no fue una pregunta hipotética. Después de recibir un diagnóstico de cáncer de tiroides de grado cuarto, tuvo que comenzar a dar los pasos necesarios en caso de que el pronóstico fuera cierto. Como padre de familia, reunió a su esposa y sus cuatro hijos para estudiar su testamento, no como un hombre derrotado, sino como un creyente que confía en el plan de Dios.

Hasta ese momento, Juan y su familia habían experimentado muchas bendiciones y eran fieles a Dios. Por ejemplo, cuando después de trabajar durante trece años en una compañía, tuvo que renunciar a causa de que la nueva administración no quiso respetarle la observancia del sábado, la fe de Juan no decayó. Sin trabajo y con su hija en una escuela adventista, junto con su esposa vendió comida en un carrito ambulante para lograr pagar la colegiatura. Confiando en que Dios no iba a cerrar puertas sin abrir nuevas, usó sus últimos veinte dólares para registrar en la municipalidad de su ciudad una compañía de excavación. El problema era que no tenía maquinaria ni trabajadores ni contratos para generar ingresos. Sin dinero y con un futuro incierto, fue a la iglesia un miércoles al culto de oración, donde le pidió a Dios que él fuera su Socio. ¡De esa manera entregó a Dios una compañía que solo existía en el papel!

Al día siguiente, un amigo le presentó a un contratista que le ofreció un trabajo; sin dudar aceptó la oportunidad, a pesar de no tener maquinaria ni trabajadores. Por razones que aún desconoce, siete trabajadores llegaron a su casa diciendo “Alguien nos dijo que aquí estaban ofreciendo trabajo”. Ese fue el comienzo de una compañía que, un par de años más tarde, se había solidificado, ganando contratos millonarios. Juan y su familia estaban recogiendo los frutos de poner a Dios en primer lugar.

Pero su empeño en que la compañía creciera y produjera una mayor cantidad de puestos laborales lo llenó de estrés, tensión, y falta de sueño. De acuerdo con su médico, este fue uno de los mayores detonantes de su tipo de cáncer. Juan reconoció que había descuidado incluso a su Socio, renunciando a sus cargos en la iglesia por falta de tiempo. Me dijo: “Le quité la mirada al que me dio el éxito”. Con todo en su contra, no dejó de recordarle a sus hijos que Dios tiene la última palabra. Lo que significaba, para ellos, que Dios podía curarlo.

En la cama del hospital, donde un amigo pastor fue a ungirlo con aceite, recibió la presencia del Espíritu Santo, que lo transformó. En el poco tiempo que estuvo en ese hospital aprovechó para repartir publicaciones cristianas. Como los médicos de los Estados Unidos no quisieron tratarlo con radiación, por lo avanzado que estaba el cáncer, tuvo que viajar a México, donde su médico, al ver las radiografías, no entendía cómo estaba caminando. Después de una complicada cirugía, el galeno confesó: “No sé cómo ni por qué, no veo ni una sola mancha de cáncer en ti”.

Al haber experimentado esa segunda oportunidad en la vida, Juan nos recuerda que Dios es el Dador de la vida, y que ponerlo en primer lugar es lo mejor que podemos hacer. Ahora reconoce que no debe ambicionar nada que le quite tiempo de lo que más ama: Dios, su esposa y sus hijos. “Hay que saber dónde debes frenar”, dijo Juan al terminar la entrevista. Actualmente, Juan y su familia se han mudado a la ciudad de Keene, Texas, donde han encontrado un ritmo de vida más tranquilo e ideal para criar a sus hijos y nietos.

Con cada nueva experiencia, Jesús reafirma nuestra fe inquebrantable.

Este es el testimonio de Juan Rodríguez, escrito por Manuel Ibuado, pastor de las iglesias adventistas hispanas de Keene y de Hillsboro, Texas.

¿Qué harías sí te quedaran dos meses de vida?

por Manuel Ibuado
  
Tomado de El Centinela®
de Septiembre 2023