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Una ruptura de 3,000 km (1870 millas) de largo en la superficie de la tierra en el suroeste de Kenia, conocida como “El Valle de la Gran Grieta” en el continente africano, ha cautivado la atención de la comunidad científica mundial.1 Dicha ruptura ha llevado a los científicos a analizar la posibilidad de que áfrica se vaya a dividir en dos. Por otro lado, la estrecha relación que existe entre la explosión demográfica, el hambre, la pobreza, la deforestación y los desplazamientos masivos de poblaciones, por la desigualdad económica global y estructural, llena de preocupación a los líderes políticos y religiosos del mundo. Además, la grieta cada vez más profunda entre un pequeño grupo de países ricos, llamados del “primer mundo”, contrasta con la inmensa mayoría de naciones y pueblos pobres que habitan fuera del “eje de los millonarios”. Todo esto alarma a los economistas, sociólogos y gobernantes del planeta.

Por otra parte, el aumento de los desastres naturales deja cada año en el mundo una estela de destrucción, temor, enfermedades y muerte. El Centro Nacional de Información Ambiental de los Estados Unidos certifica que el 54 por ciento de las tormentas severas de toda la historia acontecieron entre los años 2013 y 2022, con un saldo económico de más de 512 mil millones de dólares solo en los Estados Unidos de Norteamérica.2 A esto podemos añadir una creciente ansiedad por las hambrunas producidas por los desastres naturales a causa del cambio climático, responsabilidad en gran parte del ser humano.

Y qué decir de las guerras de Ucrania y Rusia, de Afganistan, Etiopía, Myanmar y otros, y los recientes terremotos en Indonesia, Tajikistan, Turquía y Argentina, todos con una magnitud de más de seis en la escala de Richter, que aceleran el proceso de más pueblos con escasez de alimentos en todo el mundo.

Recientemente, David Beasley, director de la organización World Food Programme, expresó en una entrevista con Time Magazine lo siguiente respecto de la hambruna global: “Hace seis años teníamos ochenta millones de personas con hambre en este planeta; poco antes de que llegara la pandemia de COVID-19, el número de hambrientos había aumentado a 135 millones; y después del COVID-19, hasta este momento, se registran 349 millones de personas que padecen hambre”.3

Aparentemente, no hay esperanza para este mundo que está a punto de colapsar. La Tierra está gimiendo en los cuatros puntos cardinales, y la humanidad se siente secuestrada por el temor. Sin embargo, el apóstol Pablo escribió en el libro de Romanos 8:22, 23 y 26 lo siguiente: “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. . . Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”.

Este texto, escrito hace aproximadamente dos mil años por el apóstol Pablo, revela la condición de la creación, de la humanidad y del cristiano luego de la entrada del pecado. Para el apóstol, la creación misma ha sido afectada por la desobediencia desde Adán y Eva hasta nuestros días. Pablo usa tres veces la palabra griega stenazō, traducida como “gime”, para referirse a la totalidad de los afectados: la creación, el hombre y el Espíritu Santo. Las tres esferas de la realidad “gimen”.

La escritora Elena G. de White dice lo siguiente en relación al efecto de la entrada del pecado en la creación divina: “El aire que hasta entonces había sido de temperatura suave y uniforme pareció enfriar los cuerpos de la culpable pareja. El amor y la paz que habían disfrutado desapareció, y en su lugar sintieron el remordimiento del pecado, el temor al futuro y la desnudez del alma. El manto de luz que los había cubierto desapareció, y para reemplazarlo hicieron delantales; porque no podían presentarse desnudos a la vista de Dios y los santos ángeles”.4

El cambio del clima, el remordimiento mental y el temor al futuro son el resultado de la desobediencia de nuestros primeros padres, Adán y Eva. El pecado ha traído dolor, angustia e inseguridad, que provocan los gemidos de toda la creación y aun en el cielo.

Podemos apreciar el concepto de que “la tierra gime” cuando vinculamos el pasado con nuestro presente actual. La naturaleza esta “gimiendo” cuando escuchamos en los medios de comunicación y vemos en las redes sociales el impacto de las enormes cantidades de pérdidas de seres acuáticos muertos en las orillas de las costas, las playas y los ríos. Los lugares donde habitaban los insectos, las aves y los animales, hoy son desiertos sin vida alguna. El apetito voraz del consumismo, motorizado por la industrialización contaminante, ha creado islas de plástico en los mares que contaminan el medioambiente y destruyen la vida marina y las aves que dependen de estos ecosistemas para su sobrevivencia. Por esto, Pablo dice que la tierra gime por la destrucción del hombre.

La corrupción, alimentada por la grieta entre los países pobres y ricos, erosiona cada día la convivencia en paz de los pueblos. La violencia se multiplica en una espiral infernal, y va de arriba abajo, de gobernantes a gobernados, y de abajo hacia los costados, porque los pobres son los que se matan entre sí, mientras los dirigentes políticos hacen su juego.

Pero el apóstol Pablo se refiere también a los “gemidos indecibles del Espíritu Santo”. Es el Espíritu Santo que nos convence de pecado (S. Juan 16:8). Pablo nos señala una luz a pesar de la amargura, el hambre, la enfermedad y los gemidos de una tierra en rebelión. Esa luz es la esperanza escrita por el apóstol, cuando dice “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Este Cristo Jesús, que resucitó con poder y gloria, ha vencido la muerte y el pecado. Él ofrece salvación para este mundo, y con gemidos indecibles llama continuamente a nuestra sociedad mediante el Espíritu Santo.

Es este mismo Cristo que vendrá por segunda vez para redimir a los que confiaron en él. Es el que nos consuela, diciendo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (S. Juan 14:1-3).

Es este mismo Cristo que promete por medio de su apóstol amado una tierra nueva: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. . . y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:1, 4).

Aunque el mundo se esté haciendo pedazos, si estamos refugiados en Cristo Jesús no tenemos necesidad de temerle al futuro, ni al cambio climático ni a la deforestación, ni a las guerras ni a los desastres naturales. Tanto la creación, la humanidad y su pueblo estarán anclados en su promesa mientras aguardamos “la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13).

8 textos que alientan nuestro corazón

“Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:24, 25).

“Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (S. Mateo 24:44).

“He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Apocalipsis 3:11).

“Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:10, 11).

“El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20).

“He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá” (Apocalipsis 1:7).

“Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Apocalipsis 1:8).

“Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración” (1 Pedro 4:7).

El autor es Máster en Teología y escribe desde Waterbury, Connecticut.

1. Lucia Pérez Díaz, “Large Crack in East African Rift Is Evidence of Continent Splitting in Two”, PBS (Public Broadcasting Service, 1 de abril, 2018), en https://www.pbs.org/newshour/science/large-crack-in-east-african-rift-is-evidence-of-continent-splitting-in-two.

2. USA Facts, “Is the Number of Major Natural Disasters Increasing”? USAFacts, 5 de noviembre 2022, en https://usafacts.org/articles/are-the-number-of-major-natural-disasters-increasing.

3. Belinda Luscombe, “There May Not Be Enough Food For Everyone in 2023”, Time USA, 12 de enero 2023, en https://time.com/6246278/david-beasley-global-hunger-interview/.

4. Ellen G. de White, Historia de los patriarcas y profetas, p. 40.

La Tierra gime

por Edgardo José Herrera
  
Tomado de El Centinela®
de Agosto 2023