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A mediados de 1996 se estrenó una película de ciencia ficción titulada Independence Day [El Día de la Independencia], producida por la 20th Century Fox. La producción de la película costó 75 millones de dólares, y recaudó 817 millones, casi doce veces más de lo que costó, y llegó a ser la película más taquillera de Hollywood hasta entonces.

Millones de personas en todo el mundo vieron esta película, cuyo tema es bélico, espacial y humanitario: unos extraterrestres invaden el mundo con sus naves, y los ejércitos de todo el planeta se unen, y al fin, por la intervención del principal líder de la humanidad, el presidente de los Estados Unidos de América, el mundo vence a los invasores alienígenas.

La película fue tan impactante que alimentó durante mucho tiempo la industria del recuerdo: camisetas, gorras, anteojos, muñecos, zapatos, llaveros, relojes y otras cosas más. Todo referido a esa historia.

¿Cuál fue la razón del éxito de la película? ¿Fueron los efectos especiales que le hicieron ganar un Oscar? ¿O la trama que mucho tenía que ver con los sentimientos y las expectativas del público?

El secreto del éxito de esta película fue precisamente el tema que toca las fibras más íntimas de nuestra condición humana, porque todos intuimos que existe una guerra cósmica entre el bien y el mal.

La invasión

La Biblia, el magno libro de la humanidad, nos habla de una auténtica invasión extraterrestre. “Hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12:7-9). Y luego se oye un lamento, una palabra de compasión que esparce sus ecos por el universo: “¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo” (vers. 12).

¿Quién es el diablo, o Satanás? ¿Cuándo y cómo ocurrió esta invasión? ¿Quién le dio autoridad al diablo para venir a la tierra?

Mediante la figura de un rey, el profeta Ezequiel presenta las realidades concernientes a la creación y el desarrollo de este personaje diabólico. El profeta dice que Dios lo creó perfecto, pero su soberbia a causa de su talento y su belleza lo llevaron a pensar que podría formar parte de la Deidad (Ezequiel 28:13-17). En la Biblia, la Divinidad es presentada como una entidad compuesta por tres seres, a quienes identificamos como el Padre, el Verbo o el Hijo, y el Espíritu Santo. Este querubín poderoso y perfecto razonó que si la Deidad se componía de tres seres, ¿por qué no podía ser de cuatro, e incluirlo a él? Pero esto era imposible, ya que la Deidad posee atributos únicos: los tres seres divinos son eternos, coexistentes en sí mismos, omnipotentes, omniscientes y omnipresentes. La Deidad es creadora, y ese ángel es una criatura. Dios no solo había creado a ese ángel, sino a millares de millares del mismo orden. Estos seres celestiales serían los mensajeros de Dios en el universo. Habían sido creados como entes libres y pensantes, con poder de razonar y decidir. En la presencia de Dios, su felicidad estaba asegurada, pero el más poderoso de esos ángeles optó por un camino diferente: ocupar el lugar de Dios para gobernar el universo a su manera.

El profeta Isaías nos cuenta que ese ángel llamado Lucifer, que significa “Lucero”, quiso reinar con Dios (14:13, 14). Como esto no pudo ser, el rebelde convenció a la tercera parte de los ángeles a participar con él en un golpe de Estado. Entonces estalló una batalla en el cielo (ver Apocalipsis 12). Y Dios ganó. Vencido y expulsado del cielo, Satanás vino a la tierra en busca de un lugar donde desarrollar su plataforma de gobierno, para demostrar que él podía gobernar el universo mejor que Dios. Y trajo a los ángeles rebeldes.

En este planeta recién creado por Dios había dos seres pensantes y libres, casi como ángeles (ver Salmo 8:5). A fin de que ejercieran su libertad y poder de elección, Dios plantó en medio del huerto del Edén un árbol al que llamó “de la ciencia del bien y del mal” (Génesis 2:17). Ellos habían sido advertidos de que allí podían ser tentados a unirse al rebelde. No debían acercarse al árbol ni comer de él.

La actual condición del mundo demuestra que los primeros humanos desobedecieron a Dios. Y como representantes de la humanidad, al separarse de Dios, alienaron de él al mundo entero. Separados de la fuente de vida, quedaron sujetos a la muerte.

Dios había sido ofendido, su ley quebrantada y su gobierno cuestionado. El hombre ya no gozaba de perfección e inocencia. Ningún ser humano podía recuperar lo que se había perdido. Se requería de un Hombre perfecto y eterno, como demandaba la ley ofendida; pero en la tierra no había tal hombre. Entonces se levantó el Libertador de la humanidad.

El verdadero Héroe

En el concilio de la Deidad, el Verbo de Dios decidió adquirir la naturaleza humana para pelear por el mundo en lugar del primer hombre y restaurar la armonía entre el cielo y la tierra.

Las faltas del hombre y las gracias del Libertador. Adán, el primer hombre, ofendió a Dios, transgredió su ley y transmitió la muerte a su descendencia. El Libertador Jesucristo agradaría al Padre, obedecería su ley, y sufriría la ejecución del pecador, porque “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Nos propuso un canje de amor: su obediencia por nuestra desobediencia; su justicia por nuestra injusticia; su vida por nuestra muerte. Él sufriría el castigo que el hombre merecía, y el hombre recibiría la vida que él merece, siempre y cuando aceptara el canje para vivir en comunión con Dios.

El verdadero Día de la Independencia

Cuando Satanás y los ángeles rebeldes invadieron este mundo y dominaron al padre de la humanidad, fuimos secuestrados y alienados de nuestro Padre celestial, y condenados a vivir en pecado y sufrimiento. Pero el día que Jesús murió invicto, pues el diablo no pudo seducirlo con sus tentaciones, el autor del pecado fue vencido. Ese día, “el Líder principal de la humanidad” enfrentó la “invasión alienígena”, y quedó registrado en la historia como el verdadero “Independence Day”. En la cruz del Calvario se libró la batalla más decisiva de la historia. Ahí se logró la independencia de la humanidad.

Hoy Jesús te llama a recibirlo como tu Salvador personal. Si aceptas su muerte en la cruz en lugar de la tuya, y renuncias a vivir separado de él, este día puede ser tu “día de la independencia”.


El autor es conferenciante cristiano y promotor de El Centinela.

El día de la independencia

por Julio Chazarreta
  
Tomado de El Centinela®
de Julio 2015